martes, 3 de mayo de 2011

HIPERREALISMO: Dager, Don Hedí y Pomidoro.

El hiperrealismo es una tendencia radical de la pintura realista surgida en Estados Unidos a finales de los años 60 del siglo XX que propone reproducir la realidad con más fidelidad y objetividad que la fotografía.El hiperrealismo tiene un origen en la tradición pictórica estadounidense. El arte pop es el percusor inmediato del hiperrealismo, pues toma la iconografía de lo cotidiano, se mantiene fiel a la distancia de su enfoque y produce las mismas imágenes neutras y estáticas.Pretende ofrecer una versión minuciosa y detallada de las imágenes. 

Los artistas hiperrealistas tratan de buscar, con el más radical de los verismos, una transcripción de la realidad usando los medios técnicos y fotográficos de la manipulación de las imágenes. Consiguen con la pintura al óleo o la escultura, el mismo detallismo y encuadre que ofrece la fotografía. 

En América del Norte, donde el pop art había arelado profundamente, el hiperrealismo se trabajaba a partir de la reproducción pintada de los objetos de consumo y de las imágenes publicitarias correspondientes. En esta línea encontramos la reproducción manual de fotografías, lo que constituye la esencia del hiperrealismo americano. Check y Don Eddy nos ofrecen en sus imágenes aquellos aspectos aburridos característicos de la civilización de masas con la misma objetividad de una cámara fotográfica que funciona mecánicamente. De hecho, transfieren a la plástica vivencias adquiridas en la cultura de la imagen.

En Europa, en cambio, el hiperrealismo no suele tener connotaciones del pop art y se impregna de un lirismo casi surrealista. La obra de Antonio López es el exponente más genial de esta versión del hiperrealismo.

Jorge Dager


Un acercamiento a la obra de Jorge Dáger nos remite a lo originario del hombre y su entorno: la Naturaleza. En varias entrevistas el artista ha definido su trabajo: –Como me gusta la realidad, pinto la realidad–. Su pintura está empapada de realismo y, sobre todo, de ancha y generosa terredad, de obsequiosa pulpa frutal que remueve los sentidos y las emociones de una manera plena y total.
Ya en la primera individual de Jorge Dáger, Natura Morta: Hiper-realización del objeto, en 1994, la crítico de arte Milagros Bello hablaba de una refundación del concepto de la naturaleza muerta con un reenfoque del objeto pictórico. Desde entonces el artista ha insistido en el género, evolucionando con sentido crítico, rigor y exigencia personal, confiesa: –Cuando sienta que mis cuadros están perfectos es porque estoy estancado, y eso me asusta–.
Encuentro en la propuesta de Dáger una cierta parentela espiritual con la de algunos creadores del Arte Iberoamericano porque tiene un registro físico visual de lo mestizo y de lo criollo. Como en la pintora Ana Mercedes Hoyos, en una etapa de su producción artística, realiza coloridos bodegones a partir de platones de fruto fresco, telas que profundizan la negritud femenina de la costa de Cartagena.
Jorge Dáger capta y captura en sus bodegones una “hiper visualidad directa y fundamental” como escribió Milagros Bello. Su pintura a base de ángulos forzados, close-up o enfoques macro, está resuelta a base de luces y de sombras tajantes con sugerentes y enfáticos signos de puntuación. Él capta y captura sus conceptos, confiriendo otro sentido a lo literal visual en el formato engrandecido. Los bodegones de Dáger son tropos del trópico, metáforas visuales del equinoccio, sus presencias festivas y celebratorias son una morada. Pueden ser a la vez una llamada y una alerta que invita a preservar el legado ambiental y cultural que es nuestro.

Vidrios azules


Anteriores y próximas al estilo de la escuela impresionista moderna, han encontrado estudiosos del arte ciertas decoraciones murales pompeyanas que, representan plantas, frutos y enseres de mesa, con la delicada gracia y fantasía del dibujo y los contrastes de colores y luces.
Los objetos figuraban en la pintura medioeval porque tenían un sentido. En las vanitas ovanidades los objetos representados eran símbolos de lo breve y finito de la vida: un recordatorio y una advertencia acerca de la relatividad del conocimiento, la ciencia, la riqueza, el goce de los placeres y de la belleza. La fruta pasada, era la decadencia; las burbujas, la brevedad de la vida y, los instrumentos musicales, la naturaleza efímera de la existencia. En el arte europeo, estos bodegones moralizantes se hicieron inseparables de la devoción de católicos y protestantes.  Pone la fruta en el tope de la plenitud y le confiere presencia con atributos de sacralidad cósmica o hierofanía.
El compositor popular sucrense Luis Mariano Rivera cantó al mango como “muy nuestro”, ese mango que crece espontáneamente en la zona intertropical americana, vino de la India, los portugueses lo llevaron al Brasil y navegado llegó a Venezuela a través de Trinidad... Ese fruto, Jorge Dáger lo celebra, celebra el mango que la muchachada derriba del árbol, recoge del camino para devorarlo con fruición espontánea, en cualquier hora de solaz. Celebra así mismo la feria de colores, luces, texturas frutales, aromas y sabores de América como parchitas, limones, naranjas, lechozas, peras, ciruelas, caimitos,… cada uno de estos frutos, “sus frutos” tienen algo que contar.


FUENTES:


Material dado por el docente

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